La VENTANA de FIHNEC
Capítulo Siete Mares
FIHNEC El Salvador

2003 - "APRENDIÓ A DEJAR EL PECADO" - Testimonio de Juan Aldana

Allá por 1991 fui invitado y asistí a un desayuno de FIHNEC. Acepté el señorío de Dios en mi vida sin tomarlo en serio. El Señor empezó a prosperarme de una forma tal que llegué a tener un camión, tuve abundancia, casa, carros, todo. Pero fui invitado a dar mi testimonio en una Convención de la Fraternidad de Hombres de Negocio del Evangelio Completo, y este ignorante que les habla, en vez de ir a dar testimonio, se fue para Honduras a ver un partido de fut ball, los tres días que duró la Convención.

Yo trabajaba para una empresa que me daba a ganar mas o menos unos 70 mil colones mensuales. Y ese año había hecho mucho dinero. Pero tres semanas después de la Convención me llaman de la empresa y me dicen: Ya no te vamos a dar más mercadería. Ya me van a llamar, pensé yo. Mas no sabía lo que estaba haciendo.

Pasaron tres años al cabo de los cuales me quedé sin nada. Perdí todo menos el hogar, gracias a Dios. Aquello fue así hasta que toqué fondo. Luego el Señor me volvió a bendecir.

Dios dice en su Palabra: ¡Huye del pecado! Pero hay cosas en la vida muy difíciles de dejar, y una de ellas es el adulterio. Yo le pedía a Dios que quería dejar todo eso, pero no podía. Un día le dije, Señor has que yo me vaya de aquí, pues es la única forma como yo puedo erradicar esto que tanto me mata. El Señor puso los medios y un día me llama desde Rhode Island un sobrino. Me pregunta que como estaba. Mi situación económica era bien difícil, y me dice: Véngase para acá hombre, le vamos a dar trabajo, yo gano tanto y que aquí y allá. ¿Y cuanto es el pasaje? Tanto. Ahí le va pues.

Así que me fui para allá, pero todas las promesas eran ilusión. Conseguí trabajos duros. Y comencé a pensar y decir, Señor ¿Qué estoy haciendo aquí? Este no es mi trabajo, porque yo soy vendedor, en lo que puedo ganar más. En las primeras semanas gané lo suficiente para pagar la comida y la habitación para estar vivo, ¿y a mi casa? Casi no podía mandar nada. Anduve para allá y para acá. Cierto día el jefe me dijo tienes que lijar esos inodoros, y empecé a pedirle: Señor, en mi país estoy mejor y yo aquí comiendo las algarrobas. Sácame Señor.

Recibo una llamada de Kansas y me dicen, vente para acá, que aquí hay trabajo. Me voy, y cuando llego no había tal trabajo. Me gasté lo poco que tenía y me quedé con 45 centavos. Así que oré: Señor, si tu propósito es que regrese a mi país, pon los medios. Cierto día después de un almuerzo se me acerca alguien y me mete en la camisa algo. Eran cien dólares. Le di gracias a Dios.

Al siguiente día un salvadoreño me dio ciento cincuenta dólares. Justo el valor del pasaje para regresar. Tomaría una Greyhound para Matamoros, y luego para Tapachula.

De pronto, se aparece una mujer que me ofrece carro, su casa y trabajo, ¿Y yo?, ¡Con el pasaje comprado! Dije, No, yo me voy, esta cosa no es de Dios.

Señor, si es tu propósito voy a llegar bien. No tenía ninguna identificación. En el trayecto rogué a Dios que no me vieran los de migración y así atravesé Méjico, Guatemala y llegué a El Salvador. Esa experiencia me ha servido para dejar el pecado y he aprendido que Dios es fiel y que desea que nosotros seamos obedientes a sus mandatos.

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